El cadáver tendido en la arena junto a la iglesia de
Granda, en la carretera antigua de Pola de Lena, llamó la atención de un
conductor que circulaba en dirección a la ciudad poco después de las 6,25 horas
del día 12 de noviembre de 1999. Un frío y desapacible viernes.
A las 7,10 de la mañana la
doctora Andrea Monteverde estaba vistiéndose en la vivienda que ocupaba en
las inmediaciones de la playa para acudir en su trabajo en el depósito de
cadáveres de Cabueñes, cuando recibió una llamada telefónica del juzgado de
guardia. Le anunciaban la aparición del cadáver de una joven en la carretera.
-Gracias –se despidió de su
interlocutor tras recibir toda la información del suceso-. En veinte minutos
estaré allí.
Fue a la cocina. Se preparó un
zumo de naranja natural. Cada día era cómo iniciaba la jornada, tras poner los
pies en el suelo. Sus cualidades antioxidantes le daban energía y fuerza vital,
además de proporcionarle importantes beneficios para sus venas varicosas. A
continuación se hizo un café bien cargado que lo acompañó de una tostada.
Engulló rápidamente el desayuno, y salió de casa en su vehículo en dirección al
lugar de los hechos.
En el lugar del suceso varias
dotaciones de la Guardia Civil y de la Policía se habían encargado de controlar
todo el perímetro de seguridad con una cinta plástica de señalización en la que
se advertía «No
pasar». Apenas reconoció ninguna cara conocida entre los agentes, se
identificó como médico forense, levantó la cinta y llegó hasta dónde se
encontraba el cadáver que ya estaba cubierto. Se colocó unos guantes de látex y
se agachó para contemplar de cerca el cuerpo.
El cadáver se encontraba boca arriba y tenía la boca
amordazada con una venda. La joven, vestida sólo con un suéter de color
amarillo, unos vaqueros grises, y unos calcetines, tenía las manos atadas con
una cuerda de nailon y el cuello ceñido con otra. En una primera exploración
observó que el cuerpo presentaba dos tatuajes, uno a cada lado de la espalda, a
la altura de los omoplatos. Los primeros signos de rigidez comenzaban a
aflorar. Era posible que llevara más de tres horas muerta.